texto publicado en el número 2 de la revista Contra (el) Poder en invierno del 98
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El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política.

Sidney Tarrow. Alianza Universidad, 1997, 369 PP.
    "Cada vez que escuchamos las noticias en televisión, está allí. Contemplamos a multitudes en las plazas de las ciudades protestando contra un gobierno opresivo, las caras sombrías de los mineros británicos del carbón en huelga, los jóvenes americanos bloqueando una central nuclear, los estudiantes atacando a los antidisturbios en Seúl, musulmanes atacando a cristianos, o viceversa, los serbios combatiendo a los bosnios o bosnios combatiendo con serbios, negros africanos manitestándose contra el apartheid, mujeres boicoteando clínicas abortistas y campesinos franceses cortando autopistas. Todos estos son movimientos sociales, quizás las fuerzas de cambio más potentes de nuestra sociedad"(1)

    Tengamos en cuenta esta cita como mera introducción gráfica. Sucesión de secuencias en las que aparecen elementos constitutivos de la estructura de los movimientos sociales: actores (mineros, mujeres, comunidades étnicas, campesinos) actuando frente a otros actores o frente al Estado; diferentes formas de acción: la huelga, la manifestación, el boicot, la guerra. Y, no podía faltar, la televisión como medio a través del que se aprehende "la realidad" cotidianamente.

    Pero no son los únicos elementos que entran en escena. Para llegar a la acción colectiva, al enfrentamiento abierto y masivo, para que se den esos "momentos de locura" y la disrupción sea más o menos generalizada hay que pasar antes por toda una serie de elementos de análisis obligado, la mayoría de las veces poco apreciables a través del discurso de los media, como son coyunturas políticas, aspectos organizativos, la formación y transformación de identidades, selección y utilización de repertorios de acción. Si reparamos - como hace Tarrow y lo que se conoce como la teoría de movilización de recursos- en todos estos elementos, nos aproximamos al como, a las pautas, formas y momentos en que se prepara y produce la acción colectiva. Se trata pues, de analizar recursos y oportunidades políticas con las que cuentan determinados sectores sociales, redes organizativas sobre las que se soporta la acción y se generan identidades comunes, marcos de identidad.

    En esta línea, el trabajo de Tarrow es meticuloso y completo. Pero tanto él como la teoría de movilización de recursos no dan respuesta a otra serie de cuestiones no por elementales menos importantes:  ¿por qué una comunidad de individuos decide movilizarse?, ¿cuál es el mecanismo que determina el paso de la acción individual a la colectiva?, ¿dónde está el limite entre estas dos categorías?, y, si bien la estructura social por si sola no lo explica todo ¿qué papel juega la transformación y el cambio social?, ¿cómo se transforma un problema social en movilización colectiva?...

    Esto no es nada nuevo. La literatura sobre movimientos sociales y acción colectiva ha reflejado sobradamente este debate en los últimos diez años(2). Lo cierto es que el libro de Tarrow, que aparece en España tres años después de su primera edición inglesa(3), sistematiza su elaboración teórica en relación a los movimientos sociales, la acción colectiva y la política sobre una tesis muy clara: la baza fundamental de un movimiento social radica en la explotación de las oportunidades políticas entendidas como dimensiones conscientes del entorno político, que facilitan o dificultan la acción colectiva, no necesariamente formales, permanentes o nacionales. Así...
"...un vistazo superficial a la historia moderna muestra que las explosiones de acción colectiva no pueden atribuirse al nivel de necesidad de la gente ni a la desorganización de las sociedades. Estas condiciones previas son más constantes que los movimientos que supuestamente generan. Lo que varía ampliamente con el tiempo y el lugar son las oportunidades políticas, y los movimientos sociales están más íntimamente relacionados con los incentivos que estas ofrecen para la acción colectiva que con las estructuras sociales o económicas subyacentes."(4)

    Fuera de la determinación directa, mecanicista, de la estructura socioeconómica, la premisa para el inicio de un proceso de movilización e interacción entre insurgentes y autoridades es determinada combinación de elementos que forman parte de la estructura política del sistema. Los Estados disponen de una estructura de oportunidades para la interacción política que cuenta con elementos estables y componentes dinámicos. Entre los estables ha de tenerse en cuenta la naturaleza del sistema de partidos, leyes y mecanismos electorales, mecanismos y técnicas de control social, formas de represión. Es la base pétrea, pesada, del sistema de dominio. Por otra parte, se dan una serie de elementos de naturaleza más volátil, coyuntural, incluso contradictorios sobre los que la interacción política puede forzar alteraciones y realineamientos. Pensemos en situaciones de cambio de régimen, en determinados procesos electorales, oportunidades de acceso institucional a sectores tradicionalmente marginados de la acción política oficial, reajustes y cambios en alianzas políticas, conflictos entre élites, ejecución de reformas pendientes, deseadas o rechazadas, por determinados agentes.

    Estamos ante un tema determinante. Lo que se pone sobre la mesa es la relación entre el marco y la naturaleza institucional del Estado y su vinculación estrecha con las condiciones de movilización, los repertorios de acción y los resultados posibles, esperados o no deseados de la protesta social. Pero sin quedarse en los rasgos genéricos que caracterizan al Estado; lo que hace Tarrow es seguir el rastro de la sociología histórico-comparativa de Sckocpol y Rod Aya que sitúan en el terreno del enfrentamiento político y en determinadas situaciones críticas, la piedra de toque del triunfo revolucionario. Las guerras, las crisis económicas, las situaciones de transición o cambio de régimen político abren nuevos marcos de oportunidades políticas en las que determinados agentes bien situados -aún careciendo de sólidas estructuras organizativas pero movilizando recursos de tipo político- pueden sacar muy buenos resultados del enfrentamiento entre élites, de la recomposición de alianzas de poder, de la emergencia de otros movimientos, o la debilidad de los mecanismos de control social y represión.

    La explotación y creación de oportunidades políticas explica la secuencia prolongada de interacción entre movimientos sociales y el estado o frente a contramovimientos. La idea de ciclo de protesta aparece de la mano del concepto de oportunidad política y más que asociarlo a recurrencia de fenómenos debe ser entendido como "fase de intensificación de conflictos". Se debe entender por ciclo "una rápida difusión de la acción colectiva de los sectores más movilizados a los menos movilizados; un ritmo de innovación acelerado en las formas de confrontación; marcos nuevos o transformados para la acción colectiva; una combinación de participación organizada y no organizada, y unas secuencias de interacción intensificada entre disidentes y autoridades que pueden terminar en la reforma, la represión y, a veces, en una revolución"(5).

    Un ciclo de protesta, según Tarrow, se inicia cuando se amplían las oportunidades políticas para "madrugadores bien situados". Sus exigencias, que dadas las condiciones políticas se han difundido entre diferentes sectores sociales, encuentran eco en otros, bien por solidaridad, bien como acicate para la exposición de nuevas reivindicaciones por parte de nuevos movimientos. Se producen coaliciones entre elementos dispares lo que da a la protesta naturaleza multiforme y multipolar. La acción colectiva alcanza elevados grados de confrontación, el poder disruptivo del movimiento se manifiesta en su capacidad de movilización y en la generación de incertidumbre e inestabilidad política que se generalizan: la cima del ciclo es lo que algunos han llegado a llamar momentos de la locura.(6)

    En este contexto de movilización y conflicto generalizado, de incertidumbre y experimentación, la innovación se acelera y las nuevas formas de acción colectiva confluyen con las modulares o convencionales dando lugar a la redefinición de repertorios futuros. El concepto de repertorio de acción ha sido ya manejado por Charles Tilly(7) que lo define como la totalidad de medios de que dispone un grupo para plantear exigencias de distinto tipo a diferentes individuos o grupos. Tilly ha estudiado la evolución de los diferentes repertorios de confrontación a lo largo de la historia estableciendo una división clara entre los tradicionales, propios de la acción colectiva pre-capitalista y modernos, resultado directo de la industrialización y del desarrollo del capitalismo. Así, en el trabajo de Tarrow aparecen diferentes repertorios históricos con sus elementos característicos: la barricada en 1848, la manifestación armada en los levantamientos republicanos franceses tras el 18 Brumario de Luis Bonaparte, la ocupación de Universidades en el 68, la acción directa en los setenta italianos, las manifestaciones pacificas del movimiento por los derechos civiles norteamericano. En cada movimiento social, en cada ciclo de protesta se modelan repertorios reformados, resultado de la convergencia de pautas de acción "heredadas" y de la experimentación que se da en los momentos álgidos de enfrentamiento. Los repertorios de acción-confrontación, adquieren claramente una doble dimensión -como tantas realidades sociales- estructural (cada repertorio tiene lugar bajo unas condiciones estructurales determinadas) y cultural (el repertorio se modela, define y transforma como resultado de la interacción social). Son tanto lo que la gente sabe hacer como lo que sus oponentes esperan que hagan, forman parte de las pautas culturales de la población. Parémonos a pensar por un momento en el repertorio de acción colectiva que practica el MLNV hoy y el que desarrollaba hace 20 años. Analicemos la evolución de la manifestación, del kale borroka, de los instrumentos de coerción del propio movimiento. Situémoslo en un contexto de cambio, de cambio político (cambio en las estructuras de oportunidad política estables y dinámicas) y de cambio social (desmantelamiento industrial, crisis de la pequeña industria tradicional, crisis de la agricultura tradicional y del caserío como núcleo de producción económica y cultural, flujos migratorios, drogas...). No olvidemos el tratamiento y el discurso de los medios y la configuración de identidades colectivas en los diferentes sectores enfrentados, sin dejar de lado la creación de contramovimientos. Se pueden sacar conclusiones interesantes acerca de la naturaleza, de la formación y transformación de repertorios de acción y de su vinculación con la dinámica política y con el cambio social.

    No quedan fuera de este trabajo cuestiones tales como el cierre de oportunidades políticas y el final de los ciclos (violencia, reformas, cambios revolucionarios), los aspectos organizativos de los movimientos (organizaciones formales, la organización de la acción colectiva, estructuras de movilización) o la creación de marcos de identidad colectiva (Klandermans y la formación y movilización de consenso, Snow y su concepto de marco y alineamiento de marcos), todos ellos imprescindibles para el análisis de la acción colectiva, pero que desarrollados en referencia a trabajos de otros investigadores pivotan sobre el eje de las oportunidades políticas y el desarrollo de los ciclos de protesta, aspectos sobre los que la investigación del propio Tarrow, sobre todo en la Italia de los 60-70, ha dado sus mejores resultados.

    Si el movimiento social moderno nace como resultado del desarrollo del Estado-nación a causa de la reestructuración social que genera, modelando nuevos grupos, posicionándolos contra el propio Estado o frente a otras comunidades, Tarrow no puede dejar de plantear la siguiente reflexión: ¿cuál es el futuro de una sociedad en la que las estructuras políticas y económicas nacionales se van diluyendo en un campo de acción transnacional, en la que los flujos migratorios cambian de dirección, se invierten y se dirigen de la periferia al centro, en el que la información y el desarrollo técnico científico libera a comunidades en conflicto de costosas necesidades organizativas y las dota de un magnífico poder de disrupción mediante la propaganda generalizada o la violencia?...

    "A lo largo de los últimos doscientos años se ha manifestado una tendencia civilizadora lenta, desigual, pero inexorable en la naturaleza de la acción colectiva y en los medios empleados por el Estado para controlarla (...) cuando los repertorios modulares vincularon los movimientos sociales al Estado, las formas de ataque violentas se vieron progresivamente reemplazadas por el poder de las masas, la solidaridad y un diálogo informal entre estados y movimientos. El ciclo de la década de los sesenta, con su nivel notablemente bajo de violencia y el empleo de la acción directa no violenta, fue la apoteosis de una tendencia. Pero las guerras de guerrillas, la toma de rehenes y los conflictos étnicos de las dos últimas décadas nos llevan a preguntar si la tendencia a un repertorio pacifico no habrá sido más que un paréntesis histórico que hoy está en plena regresión(8).

    La reflexión no es gratuita. Las pautas de acción, las creencias colectivas que hace un siglo se transmitían a un alto coste temporal (de generación en generación, verticalmente) hoy se expanden de forma horizontal, en el espacio, perdiendo el tiempo, la larga duración, cada vez más terreno. Pautas de acción, discursos, técnicas se difunden y se procesan a una velocidad pasmosa influyendo no sólo en el consumo y las acciones normalizadas sino en el resultado de la movilización y la protesta. La caída en cadena de los regímenes stalinistas en un periodo de tiempo muy breve, la reactivación de amplios sectores de la izquierda mundial a raíz de la insurrección zapatista en 1994, la extensión y consolidación del fundamentalismo islámico, son fenómenos que se explican en este contexto: la globalización de un proceso de cambio radical que altera la relación moderna entre sociedad y Estado al transformar las bases mismas de la estructura social y la naturaleza decimonónica del estado-nación.

NOTAS:
1Sztompka, Piotr; Sociologia del cambio social, Alianza, 1995, pg 303.
2"El enfoque europeo se caracteriza por... su preocupación central por los orígenes estructurales de las tensiones sociales (y) deja de lado el "como" de la movilización. Mientras la movilización de recursos sostiene que la "demanda" en este terreno (reivindicaciones) aparecerá siempre que exista una "oferta" de organizaciones de movimientos sociales, el enfoque de los nuevos movimientos sociales parece afirmar que los movimientos sociales se materializan automáticamente si existe una "demanda" social que se concreta en unas reivindicaciones determinadas". Bert Klandermans, La construcción social de la protesta y los campos pluriorganizativos, pg 184; en Laraña, Gusfield: Los movimientos sociales. De la ideología a la identidad.
3Tarrow, Sidney;Powerin movement, Cambridge University Press, 1994.
4Tarrow, Sidney; Poder en movimiento, pg 148.
5Tarrow, Sidney; Poder en movimiento, pg 264.
6Zolberg, Arítide R.; "Moments of Madness", Politics and society 2, pg183.
7Tilly, Charles; From movilization to revolution, Random House, New York, 1978
8Tarrow, Sidney; Poder en movimiento, pg 329.

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